La izquierda balear y todos los que odian al turismo La turismofobia no es reciente, ni siquiera de hace unos años: data desde el primer Govern de Antich
Los dirigentes de la política balear han odiado literalmente al turismo desde muchísimo antes de que estos memos, mentirosos, cobardes y contradictorios del Consell de Mallorca hicieran esas polémicas e histéricas declaraciones al diario The Sun (Golpe a Mallorca: The Sun dice que los británicos no serán bienvenidos en la isla este verano).
La turismofobia no es reciente en Baleares, ni siquiera de hace unos años: data desde el primer Govern de Antich, cuando en julio de 1999 los socialistas accedieron al poder con el apoyo de los partidos de extrema izquierda, verdes e independentistas.
El socialista Antich, sus compañeros Mesquida (Economía) y Alomar (Turismo), pusieron en marcha nada más llegar al poder un impuesto, la ecotasa, que acabó convirtiéndose en el germen de una turismofobia que se acrecentó a un nivel insospechado tras la caída del primer Govern socialcomunista e independentista, en 2003.
Los socios de los socialistas no solo vieron con buenos ojos la implantación de la tasa, sino que pidieron más medidas contrarias al Sector, entre ellas la de reducir el número de turistas en tres millones, expuesta por la consellera de Medio Ambiente, la ecologista Margalida Roselló.
Un rechazo que no solo patrimonializa la izquierda retrógrada y antiliberal, puesto que siempre ha contado con el aliento de los dos medios informativos privados más importantes—además de los públicos—y el apoyo de catedráticos, profesores y una parte considerable de la población, por sorprendente y esquizofrénico que resulte.
Los miembros de la alta sociedad, la nobleza venida a menos, receló del turismo antes incluso que la izquierda zahúrda, aunque ni por asomo a los niveles de esta: simplemente no vio con agrado el nacimiento de una nueva burguesía nacida al calor de la industria de los viajeros y que encarnaban hoteleros y empresarios del negocio receptivo.
La izquierda, toda ella, nunca ha olvidado el pulso perdido con los dirigentes turísticos en aquella legislatura y lo sucedido en la World Travel Market solo es una prueba más del odio que estos políticos han sentido y sienten hacia una industria que hay que cuidar desde la serenidad y el diálogo y no desde posturas extremistas.
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La turismofobia no es reciente, ni siquiera de hace unos años: data desde el primer Govern de Antich
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